Las patatas muy fritas aceleran el envejecimiento

Un estudio francés alerta de los efectos de las altas temperaturas al cocinar

file4101265640399Los alimentos ricos en almidón, como las patatas, los cereales o el café, cocinados a temperaturas superiores a los 120 °C generan una reacción química que origina productos tóxicos que aceleran el envejecimiento, según la Academia Nacional de Farmacia de Francia.
Esos alimentos, sometidos a altas temperaturas ocasionan un proceso de glicación avanzada, conocido como AGE, que puede acelerar el envejecimiento, según un estudio dirigido por el experto en biología de la Universidad de Lille 2, Eric Boulanger.
Las partes quemadas de las patatas fritas y horneadas, así como del pan tostado, las galletas, el pan blanco y el café, contienen acrilamida, un compuesto que se ha probado cancerígeno y neurotóxico en células animales, aunque no en seres humanos.
Un reciente estudio estadounidense sobre hombres y animales muestra que esos productos pueden provocar en el ser humano problemas de memoria similares a las que causa el mal de Alzheimer.
A partir de esa investigación, el equipo de Boulanger ha establecido que existe un vínculo entre esos productos y el envejecimiento vascular, que causa mayor rigidez en las arterias e hipertensión.
Para evitar consecuencias negativas, los investigadores franceses recomiendan cocinar los alimentos con agua, vapor o en el microondas, frente al asado o a una preparación a la parrilla.

fuente: libertaddigital

Cuatro timos anti-edad

Las clínicas para «rejuvenecer» ofrecen tratamientos de dudosa fiabilidad

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1) Las pruebas analíticas metabólicas que ofrecen (las mismas que te hace tu médico rutinariamente) no atienden a ningún aspecto derivado del envejecimiento. Podemos encontrar ancianos con niveles envidiables de colesterol, azúcar, etc.

2) Las medidas de niveles hormonales se basan en que los niveles de estrógenos, testosterona y de hormona del crecimiento disminuyen con la edad, especialmente al superar la cuarentena. Su relación con el proceso de envejecimiento no es clara.

3) En un mundo ideal podríamos llegar a conocer cuáles son los cambios en la expresión de nuestros genes que suceden durante el envejecimiento, y eso podría conducir al diseño de biochips de envejecimiento. Actualmente, no dicen nada útil.

4) Un tratamiento habitual es el de detección de radicales libres de oxígeno, basándose en las teorías que apuntaban al estrés oxidativo como base del proceso de envejecimiento. Hoy está muy poco sustentado por la evidencia científica y se considera refutado.

via: quo.es

Estar en forma favorece la buena memoria

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Científicos del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento en Bethesda, en Estados Unidos, aseguran que estar en buena forma física puede ayudar a preservar un buen funcionamiento de la memoria según los resultados de un estudio que publica el último número del “Journals of Gerontology”.

Estudios previos ya habían sugerido esta relación entre el ejercicio físico y el deterioro cognitivo en la vejez pero generalmente siempre se preguntaba a los participantes la frecuencia con que hacían deporte de jóvenes.

En esta ocasión, los investigadores analizaron una muestra de 1.400 hombres y mujeres de 19 a 94 años que habían formado parte del Estudio Longitudinal de Envejecimiento de Baltimore, a quienes se les pidió que caminaran, trotaran o corrieran en una cinta de andar hasta que comenzaran a quedarse sin aire.
Durante ese periodo, una máquina medía la cantidad de oxígeno inhalado y dióxido de carbono exhalado para calcular la cantidad máxima de oxígeno (O2) que el organismo puede absorber, transportar y consumir por unidad de tiempo determinado, indicador que se conoce como “VO2 max”.

«El “VO2 max” es la máxima cantidad de oxígeno usado por los pulmones durante un minuto de ejercicio. Generalmente, cuanto más oxígeno a sus pulmones son capaces de utilizar, más saludable se encuentran», según ha reconocido Carrington Wendell, autor de la investigación.

Los investigadores hicieron un seguimiento a cada participante durante una media de siete años después de la prueba de esfuerzo, y a lo largo del mismo todos se sometieron al menos a una prueba de memoria y concentración y la mitad acudieron a una segunda visita para completar pruebas cognitivas adicionales.

Así, observaron que aquellas personas que estaban en mejor forma física cometieron menos errores en las pruebas cognitivas. Por ejemplo, en el caso de las personas de 80 años, aquellos que estaban un punto más activos que sus contemporáneos cometieron un 25 por ciento de errores en las pruebas.

Wendell y su equipo no estaban tratando de determinar por qué el ejercicio puede ayudar a prevenir la pérdida de memoria en su estudio, pero tras los resultados apuntan que el ejercicio puede tener un efecto directo sobre las células a la hora de enviar señales al cerebro, algo que deberán confirmar en estudios posteriores.

La psiquiatra de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) Deborah Barnes, que no participó en el estudio, ha apuntado que «hubiera sido bueno tener más medidas del “VO2 max”, y no sólo del inicio del estudio».

No obstante, y aunque reconoce la importancia de los resultados de este estudio observacional, ahora lo que queda es analizar en qué beneficia estar en forma al cerebro y, sobre todo, buscar fórmulas «para hacer que la gente salga a la calle y haga ejercicio».

via: sabervivir.es

El reloj que marca tu vida

¿A qué hora se engorda más? ¿Cuándo es mejor tomar un medicamento? ¿En qué minuto es más probable que sufras un infarto?

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Amanece, y por cada tic tac de reloj el locutor intenta agotar a velocidad de vértigo las noticias mañaneras. La radio sigue con su retahíla de palabras, empecinada con la debacle económica. No está el horno para bollos; tampoco nuestro corazón para demasiados sobresaltos. Este reloj interno que se afana por marcarnos el ritmo dice que a esta hora la probabilidad de sufrir un accidente cardiovascular aumenta un 40%. El riesgo mayor lo sufren quienes padecen hipertensión. No es casual. Al parecer, un cúmulo de circunstancias que involucran a la coagulación sanguínea y elevan de forma brusca la presión arterial en el momento de levantarse dan la señal de alarma.

Sexo ‘on time’

Despertar es un hecho fastidioso apaciguado al menos por el contento que dan nuestras hormonas sexuales. Ya sea como consecuencia de este fenómeno vascular o el apogeo de testosterona durante las horas previas, el pene se despierta casi siempre erecto, un gesto aún más agradable cuando el sexo empieza a dar algún que otro disgusto a causa de la edad. También la mujer multiplica por cinco sus niveles de estrógeno. Mientras, el cronómetro, siempre en sincronía con el exterior, rotula cada una de las escenas y cambios que se van produciendo en nuestro organismo a lo largo del día: metabólicos, fisiológicos, psicológicos o de cualquier otro tipo. Pero ¿cómo reconoce nuestro cuerpo la hora del día en que se encuentra?

Gen, no marques las horas

Con el boletín de la mañana, nuestros cuerpos se desperezan y lo hacen al son de otro tic tac inaudible que marca nuestro propio reloj biológico. Desde el primer instante, el cerebro organiza la información que recogen los ojos. Y dicen investigadores del Departamento de Oftalmología de la Universidad de Kansas (EEUU) que, aparte de los datos cotidianos, nuestra retina capta también del exterior valiosos apuntes sobre la intensidad de la luz que le sirven al cerebro para activar el metabolismo y las actividades bioquímicas y físicas oportunas. Es solo el preludio de una cadena incansable de procesos que se repiten cada 24 horas, desde que el cerebro ordena liberar cortisona para que nos despertemos hasta que la caída del sol impulsa el ciclo del sueño.

Darío Acuña Castroviejo, catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada, nos explica el complejo engranaje de nuestro reloj biológico: “Este dispositivo molecular, que se encuentra en los núcleos supraquiasmáticos (NSQ) del hipotálamo, expresa de manera rítmica los llamados genes reloj. Cada 24 horas estimula la producción de melatonina en la glándula pineal durante la noche, lo que hace que estemos sincronizados al ritmo luz-oscuridad de 24 horas. La cadencia de melatonina, que aparece en sangre y llega a todas las células, sirve como sincronizadora interna que traduce la información del fotoperíodo en una señal química, indicando a la célula la hora del día en que se encuentra. A su vez, cada célula de nuestro organismo tiene su propio reloj, que funciona esencialmente igual, pero de manera sincronizada con el reloj principal a través de la melatonina. Es un mecanismo que permite la sincronización perfecta entre todas las funciones del organismo”.
Pero el cuerpo humano no es esa máquina perfecta que parece. “Cualquier alteración genética en el reloj molecular”, indica Acuña Castroviejo, “perturba de manera significativa las funciones metabólicas circadianas. Eso ocurre cuando existe una desincronización circadiana, típico en los trabajos a turnos y alteraciones del sueño, y está cada vez más presente debido a la contaminación lumínica actual, que trastoca dicho reloj. Estas perturbaciones llevan a la obesidad, diabetes y cáncer, y favorecen los procesos neurodegenerativos”.

Según la Sociedad Española de Endocrinología, “no dormir las horas suficientes, tener horarios irregulares de comida y no mantener una actividad física regular, no solo pueden derivar en obesidad, sino también en diabetes, envejecimiento prematuro y en determinados trastornos psicológicos”. La Universidad de Murcia puso a correr a un grupo de jugadoras de rugby durante 45 minutos a las 8 de la mañana durante una semana, todos los días. Los resultados fueron excelentes para los ritmos de sueño, el despertar y la actividad a lo largo del día. Cuando retrasaron esta misma actividad a las 21:00 horas, el ritmo circadiano decayó. Las corredoras pasaban los días adormecidas y el sueño nocturno se fragmentó.
Las personas que duermen pocas horas producen más grelina, la hormona que despierta el apetito, y menos leptina, la que controla el hambre y la saciedad. Por lo tanto, consumen alimentos durante la noche y, como no hay actividad física, el riesgo de obesidad se dispara. De hecho, en adolescentes cada hora de sueño adicional se vincula con un menor índice de masa corporal, según investigadores de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania.

Un ciclo cada vez más vertiginoso

Acuña cita también estudios que han demostrado el vínculo entre la cronodisrupción y el envejecimiento, la inmunidad innata y el estrés oxidativo: “La alteración de los ritmos circadianos, típica del envejecimiento, provoca un desequilibrio del sistema inmunitario que activa la inmunidad innata y da lugar a una reacción inflamatoria. Este ciclo va aumentando conforme cumplimos años; es una sucesión lenta, pero irreversible, que causa daño en todas las células y va acelerando la muerte celular y, en definitiva, el envejecimiento”. Ya sabíamos que la causa del envejecimiento es la inflamación crónica, pero la importancia de estos datos es que, por primera vez, se encuentra una causa a ese proceso inflamatorio: la alteración de nuestro reloj principal en el NSQ. “Por tanto”, añade Acuña, “restaurar la función circadiana es crítica para retrasar el envejecimiento y mejorar nuestra calidad de vida. La melatonina aquí desempeña un papel principal. Si revertimos su caída, volvemos a poner en marcha el reloj biológico y contrarrestamos el proceso inflamatorio”. La melatonina es el más potente antioxidante endógeno, y su administración a dosis adecuadas contrarresta el estrés oxidativo del envejecimiento y otras enfermedades.

Por último, la cronobiología ha abierto un filón en la investigación farmacológica, puesto que la sensibilidad de los organismos a la mayoría de los fármacos depende de la hora del día. “La aplicación de la cronobiología a la industria farmacéutica está permitiendo que los índices de curación de algunos tipos de cáncer mejoren modulando el suministro de quimioterapia según las horas de mayor sensibilidad a sus efectos tóxicos y las de mayor sensibilidad de las células tumorales”, explica Juan Antonio Madrid, responsable del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia. Esta estrategia permite aumentar las dosis en momentos de máxima tolerancia y disminuirla cuando se produce la mayor toxicidad.

También los complejos vitamínicos tienen mayor eficacia por la mañana, cuando se ponen en marcha muchos procesos metabólicos, y las cremas de rejuvenecimiento cutáneo deben aplicarse por la noche, cuando la proliferación celular es mayor.
Como concluye Juan Antonio Madrid: “La sucesión ordenada de estos ritmos diarios implica la existencia de una estructura temporal muy parecida a la sucesión metódica de notas en una partitura musical. El bienestar y ausencia de enfermedad de un organismo depende en buena medida de que se mantenga su estructura temporal, aunque generalmente no seamos conscientes de lo que esto supone”.

La dieta cronológica ideal

A primera hora: Hidratos de carbono, calcio y lípidos (leche, cereales, mantequillas, tostadas…). El cuerpo necesita energía.

A media mañana: Algo de hidratos y proteínas (un bocadillo pequeño de fiambre).

Comida: Hidratos para evitar la bajada de insulina. Proteínas (carne, pescado), verduras, cereales y frutas.

Cena: El organismo se ralentiza, también la digestión. Cenas muy ligeras y de fácil digestión

Prohibido atacar la nevera

Ocurren con nocturnidad y alevosía, y sin dar al cuerpo más ocasión de contraataque que almacenar grasa cuando el capricho se ha convertido ya en hábito. Según un estudio de la Universidad de Northwestwern, de Estados Unidos, y publicado en la revista Obesity, aquellas personas que ingieren alimentos después de la cena son más proclives a ganar peso, especialmente si padecen el síndrome del comedor nocturno o trabajan en turno de noche, condición que les obliga a comer a horas en que el cuerpo reclama sueño. Estos tentempiés a deshora alteran el ritmo de los adipocitos, y entonces la grasa y azúcares que deberían ser eliminados se retienen.

via: quo.es

El Omega-3 ayuda a mantener la memoria

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Las personas con niveles más altos de los ácidos grasos omega-3 presentes en el aceite de pescado pueden tener también volúmenes cerebrales más grandes en la vejez que equivalen a preservar entre uno y dos años de salud cerebral…

, según un estudio publicado este miércoles en la edición digital de “Neurology”. La disminución del volumen cerebral es una señal de la enfermedad de Alzheimer, así como del envejecimiento normal.

Para el trabajo, se analizaron los niveles de ácidos grasos omega-3 EPA + DHA en las células rojas de la sangre de 1.111 mujeres que formaron parte del “Women”s Health Initiative Memory Study”. Ocho años más tarde, cuando las mujeres tenían una edad media de 78 años, se tomaron imágenes por resonancia magnética para medir su volumen cerebral.

Las personas con niveles más altos de omega-3 presentaban un volumen total del cerebro más grande ocho años después del inicio del estudio. Las que poseen el doble de niveles de ácidos grasos (7,5 frente a 3,4 por ciento) registraban un volumen cerebral un 0,7 por ciento más grande.

«Estos niveles más altos de ácidos grasos se pueden lograr a través de la dieta y el uso de suplementos. Los resultados sugieren que el efecto sobre el volumen del cerebro es el equivalente a retrasar entre uno y dos años la pérdida normal de las células cerebrales que provoca el envejecimiento», resume el autor del estudio James V. Pottala, de la Universidad de Dakota del Sur en Sioux Falls, Estados Unidos, y el Laboratorio de Diagnóstico de Salud, en Richmond, Virginia, Estados Unidos.

Las personas con niveles más altos de ácidos grasos omega-3 también tenían un volumen un 2,7 por ciento más grande en el área del hipocampo del cerebro, que desempeña un papel importante en la memoria. En la enfermedad de Alzheimer, el hipocampo comienza a atrofiarse, incluso antes de que aparezcan los síntomas.

via: sabervivir.es